Definitivamente, no puede ya existir ninguna duda en la consideración de que el alcoholismo es una enfermedad. Así fue dictaminado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Ginebra, Suiza, en 1956. En la década de los setenta, los reacios grupos médicos llegaron a admitirlo de manera honesta y contundente. De no haberlo hecho así, hubiera constituido un crimen social

Otra verdad evidente es que la enfermedad del alcoholismo es incurable. La medicina puede lograr la rehabilitación física del alcohólico, pero no arrancar su obsesión por beber.

El problema fundamental para el enfermo por alcoholismo es su absoluta falta de conciencia en relación con su problema. Por eso ha sido calificada esta enfermedad de irónica y cruel. Es irónica, porque quien la padece la niega en palabra y acción, víctima de un autoengaño enfermizo que lo ciega completamente y le impide detectar la problemática que confronta con su manera inmoderada de beber. Casi podríamos señalar como síntoma del alcoholismo la defensa que cada alcohólico hace de su propia enfermedad. Según la literatura de Alcohólicos Anónimos, “el alcohólico defiende su enfermedad a las gradas de la locura  y de la muerte”.

La experiencia de los integrantes del Movimiento Internacional 24 Horas de A.A. señala como diferencia característica esencial entre un bebedor problema y un bebedor de los llamados “sociales” en que este último bebe para gustar de la vida y el bebedor problema para evadirse de ella. El enfermo alcohólico está incapacitado psíquicamente para enfrentar la realidad, el alcohol es un vehículo de fuga hacia un mundo de fantasía, el borracho sufre y goza en la imaginaria; solo en esta dimensión, vive la ilusión que transforma la timidez en audacia, la inseguridad en valor, la mediocridad en brillantez.

El enfermo alcohólico va limitando la geografía de su vida a una mesa de bar; breve espacio en el que pretende resolver los problemas del mundo, sus relaciones interpersonales, con otros seres iguales a él, que viven marginados total o parcialmente de la vida, tránsfugas de la realidad en una aparente fiesta donde priva el chiste, el folclore, la ocurrencia que produce la carcajada, donde va disolviéndose la realidad.

 

Virgilio A., XXXVI Aniversario Movimiento 24 Horas