A los 30 años ya sabía que era alcohólico, pero tardé otros 10 en encontrar la puerta de Alcohólicos Anónimos. Creía que A.A. era sólo para los alcohólicos perdidos. Después me di cuenta de que también era uno de aquellos alcohólicos “perdidos”.
En esas primeras reuniones había un hombre que repetía un refrán: “Cuando llegué, me dijeron que A.A. tenía un destornillador apropiado para todo tornillo flojo”. En ese momento me parecía graciosa la frase, pero no se podía aplicar a mí. Hoy me siento agradecido porque A.A. tiene esas herramientas, ya que sin duda tenía algunos tornillos flojos que apretar.
Era duro de pelar. Sí, soy alcohólico, pero un caso no tan malo. ¿No había logrado dejar de beber siete años antes de llegar a A.A.? No me parecía necesario mencionar que mientras tanto había aprendido a emborracharme con pastillas.
En los doce pasos de A.A. se encuentra la clave del buen manejo del destornillador. Si los pasos no dan resultado, nada lo dará. He probado suficiente cantidad de programas de recuperación espiritual, psiquiátrico, oriental, místico y basados en el puro sentido común como para saber que no me dan resultado. A.A. es el último recurso para alguien que acaba sintiendo la desesperación de un hombre que se está ahogando.
Alcohólicos Anónimos, A. A. en prisiones: de preso a preso