Lo que más me impresionó siempre acerca del programa y de mí mismo es el constante y continuo desafío para tratar de recuperar algo de aquel verdadero y honesto entusiasmo que sentí con la total rendición, cuando llegué por primera vez a Alcohólicos Anónimos. Para mí, esa clase especial de paz espiritual nunca se ha repetido. Ahora, después de todos los periodos de veinticuatro horas acumulados, me doy cuenta de que probablemente nunca se repetirá. He llegado a estar muy cerca de ello algunas veces, pero nunca ha sido igual.
Creo que hay una relación directa entre ese sentimiento y nuestra necesidad en el momento en que fuimos introducidos al programa. Nuestra motivación, según creo, es una combinación de dolor suficiente y la gracia de Dios, como cada quien lo conciba. ¡De seguro que es una extraña combinación! No encuentro la forma de expresarla a nadie que no pertenezca a A.A.
Alcohólicos Anónimos, Llegamos a creer… (Cap. 4: “Liberación de la obsesión”)