Aunque conocí la comunidad de Alcohólicos Anónimos a los 30 años, el mensaje me llegó realmente a los 40, por medio de un Grupo 24 Horas de A.A., una mañana al despertar en un albergue, después de una de tantas veces que había intentado dejar de beber y no lo había conseguido. Memoricé la dirección y me acerqué.
Desde pequeño me sentí solo, nadie me comprendía, me costaba mucho hablar con la gente, deseaba tener amigos pero no podía. Quería estar bien, sin tristeza ni dolor. Un día descubrí el alcohol, estaba hecho para mí. Era la solución a todos mis problemas.
Al principio, su consumo era esporádico, por lo general los días de fiesta o ciertos fines de semana. Mi familia no me permitía beber. El problema empezó realmente a los 25 años, cuando perdí los negocios y el miedo a la justicia me llevó a otro país. Allí empecé a beber todos los días. No podía parar. Un día perdí a un amigo de la infancia por una borrachera. Otra noche me enlaguné 3 veces, de hecho casi todas mis borracheras finalizaban igual, en laguna mental. Perdí a mi familia, los trabajos. Incluso, aunque sólo por poco tiempo, viví en la calle. Al final la bebida se convirtió en mi peor enemigo. Me arrebataba poco a poco todo. Decidí suicidarme, e hice varios intentos.
Al llegar a un Grupo 24 Horas de A.A., los compañeros me ofrecieron una vida útil y feliz. Pero no les creí, me fui y viví experiencias que nunca antes había vivido. Conocí como pocos lo que es realmente la soledad, la tristeza. Meses después regresé, y desde entonces no he vuelto a beber. Empiezo a conocerme. Poco a poco recupero el cariño de mi familia. Las promesas de Alcohólicos Anónimos se hacen realidad. Hoy realmente vivo una vida útil y feliz, tengo amigos.
Por primera vez, no me siento solo.
Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos