Deprimido, lleno de complejos y temores, un día, tras perder de nuevo un trabajo, decidí cambiar de ambiente y huir a otro país a empezar una nueva vida. Era sincero en mi propósito, pero abrigaba la esperanza de poder beber algún día como los demás. No admitía la derrota.

Prometí a mi familia permanecer sobrio y les expliqué mi propósito. ¡Tantas promesas hechas y ninguna cumplida!

Pude mantenerme sin beber cuatro meses, pero un día, solo, sintiéndome infeliz por mi vida monótona huyendo del alcohol, decidí entrar a un bar en busca de compañía. No tenía la menor intención de beber. Escuché algo de música y mi mente alcohólica empezó a divagar: “¿Por qué todos pueden beber y yo no? ¿Acaso soy menos? Voy a probar, pero esta vez la bebida no me dominará. Soy un hombre. Pondré a trabajar mi fuerza de voluntad y pararé cuando quiera”. Pedí una cerveza. Iba a cambiar la bebida por una más suave, ya que solía beber bebidas fuertes. “La cerveza no me hará daño”, pensaba. Pude controlarme, y después de la tercera me fui. No había sucedido nada. Me sentía feliz. Finalicé la semana sin beber, pero el siguiente domingo fui a parar al mismo lugar. Ya no había otra cosa en mi mente que aquella barra. Esta segunda vez me emborraché un poco, pero llegué sin novedad a casa. Estaba jugando con fuego, y no lo sabía. Esto quedó demostrado siete días después. Volví a emborracharme, pero ahora desastrosamente, tanto como la última vez en mi país. Continué bebiendo y mi hermano me obligó a abandonar su casa, pues le creaba problemas. Decidí vivir solo. Tampoco dio resultado.

Me casé, y al principio bebí periódicamente, algún que otro día, pero al empezar los pequeños problemas volví a la carga repetidamente. Mi esposa trató de ayudarme todo lo que pudo, pero no le fue posible hacer nada por mí. Continué mi carrera desenfrenada y sufrí una de las experiencias más duras de mi vida: recluirme en un psiquiátrico. No bebí un tiempo por miedo, pero éste poco a poco fue desapareciendo, olvidé esa triste experiencia y volví a beber.

A.A., Alcohólicos Anónimos