Las características típicas de un alcohólico son “un sentimiento egocéntrico narcisista, dominado por sensaciones de omnipotencia, que intenta mantener a toda costa su integridad interior. El alcohólico no acepta ser controlado por el hombre o por Dios. El alcohólico es, y debe ser, el dueño de su propio destino. Luchará hasta el final por preservar esa posición”.
A este perfil que ya describían los expertos en los inicios de Alcohólicos Anónimos habría que agregar que todo eso no es más que una fachada, una mampara que esconde una personalidad tímida, insegura y profundamente débil, el típico pavo real con el trasero pelado. Quienes dentro de A.A., principalmente en el seno de los Grupos 24 Horas, persisten en esta actitud desafiante pocas oportunidades tienen de sobrevivir. Expertos como somos en cambiar de ropaje con relativa facilidad, es probable que tratemos de esconder nuestra altanería con el disfraz de la mansedumbre, típicos casos de los ahijados superdisciplinados, dóciles, sospechosa actitud cuando se trata de compañeros con escasas 24 horas de militancia, quienes al persistir en el tiempo escondiendo sus naturales rebeldías, presionados por su propia actitud, un buen día no volverán a aparecer por el grupo.
El apadrinaje en estos casos es tratar de lograr desde el principio una comunicación razonablemente honesta. Lo difícil es poder detectar al trasluz lo que verdaderamente encierra este tipo de actitud, máxime cuando nuestro egocentrismo de padrinos infalibles nos impedirá ver el fingimiento de nuestro ahijado.
Es una verdad total y absoluta que no podremos apadrinar con bola de cristal, por lo que la mayoría de las veces dentro de nuestras limitaciones humanas trataremos de creer la autenticidad de nuestro ahijado, dejándole a su conciencia, cuando ésta ya exista, la responsabilidad de la honestidad que solamente a él corresponde.
Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 3 (abril de 1984)