En el seno de un Grupo 24 Horas comenzamos a escuchar la exposición al desnudo de este tipo de relaciones, con su consecuente problemática, y también a vivir los primeros conflictos del crecimiento. Como quiera que sea, nuestra compañera o compañero comienza a ver que algo raro acontece en la personalidad de su consorte, que hasta una nueva jerga idiomática es introducida en casa: “Así es”, “Por algo es”, etcétera.

Seguramente nuestros seres queridos desearon en muchas ocasiones que dejáramos de beber para dedicar nuestro tiempo y esfuerzo a rendir pleitesía a la “reina del hogar” o bien para vivir postradas de hinojos adorando al “rey de la creación”, el compañerito. Toda esta ilusión comenzará a desvanecerse cuando el enfermo alcohólico empieza a concientizar en primer término su necesidad de militancia, a padecer las obsesiones, o bien los efectos de la terapia y la recuperación, cuando actuando de la mejor buena voluntad evita la permanencia en el hogar, para no continuar dañando.

Las experiencias han demostrado toda una gama de reacciones y temores en torno al enfermo alcohólico. La mayor parte de estos problemas son trascendidos sin dificultad una vez que se haya tomado conciencia de ellos y se hayan objetivizado y trabajado con honestidad. En aquellos otros casos de dependencias graves, su concientización será lenta, hasta dolorosa. Los socios familiares del enfermo alcohólico tendrán que crecer, o cargar la recuperación de su enfermo; algunos pensarán incluso que de acuerdo con las nuevas condiciones no vale la pena la sociedad. De hecho, aun en las relaciones menos enfermas, debemos reconocer que nuestros “vínculos matrimoniales” fueron desde su inicio una batalla para lograr la hegemonía, o bien una supeditación total.

Toda madurez requiere un proceso lento y paciente.

 

Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 4 (mayo de 1984)