En cada uno de nosotros, los enfermos alcohólicos integrantes de cualquier Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos del mundo, existe la conciencia plena de formar parte de un vasto experimento espiritual, de una aventura regida y tutelada por un Poder Superior, tal y como cada quien lo conciba, ese Dios bondadoso, el “Dios de los borrachos”, que incluso en los momentos más difíciles de nuestra actividad alcohólica nos protegió y cuidó para que un día pudiéramos llegar dulcemente razonables a las puertas de Alcohólicos Anónimos. En ese momento, a las gradas de la locura y de la muerte, sólo otro enfermo alcohólico que hubiera vivido el mismo infierno del alcoholismo que cada uno de nosotros había vivido, únicamente otra persona que hubiera recorrido los mismos derroteros de soledad, temor, deseperación y en especial desesperanza que cada uno de nosotros había recorrido, podía traspasar las defensas que tan arduamente habíamos levantado para insuflar en nuestro interior un atisbo de fe, la incipiente esperanza de una “vida digna, útil y feliz”. Tal vez sí era cierto que contábamos con una oportunidad de salvar la vida y vivir una vida plena, con amigos, con familia; tal vez todavía podíamos formar parte de esa sociedad que nos despreció y a la que tanto despreciamos, tal vez sí era posible ser feliz. La alternativa era clara, el infierno del que veníamos huyendo. La decisión estaba totalmente en nuestras manos, sólo se nos pedía querer. Y muchos de nosotros quisimos, para el día de hoy vivir plena e intensamente esta maravillosa aventura.
Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos