También hay que tomar en consideración que somos actores con una gran capacidad para mentir, y para fingir, con una gran necesidad de querer quedar bien con todo el mundo, y que detrás de nuestra aparente seriedad se encontraba la ausencia total de nuestra mente, la burla regocijada o la controversia no expresada. El único idioma que los alcohólicos entendemos es el sencillo, la información lisa y llana, la exposición de nuestro historial sin exageraciones y, obviamente, tratando de hacer conciencia en el candidato.
La comunicación sin verdad, o sin una auténtica idea de sinceridad, no rendirá frutos. Recordemos que el mentiroso sabe siempre cuándo se le está mintiendo; el farsante, cuándo se le está embaucando; un “vivo” no puede engañar a otro “vivo”, así como un ciego tampoco puede guiar a otro ciego.
Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 5 (junio de 1984)