Comencé a beber a los 16. Años más tarde ya era un bebedor fuerte. A los 43, me di perfecta cuenta de que tenía un problema con el alcohol: lo que hasta entonces había considerado un hábito se había trocado en una obsesión de tal índole que no podía pasármelas sin la bebida. Preocupado, acudí a dos psiquiatras de prestigio. El primero supo desentrañar lo que me ocurría, incluso me habló de Alcohólicos Anónimos, que había oído hablar de un grupo de hombres y mujeres que estaban haciendo algo eficaz para resolver su problema alcohólico y que si quería podía ponerme en contacto con ellos. Pero A.A. no me interesaba entonces. El otro acabó bebiendo conmigo.

Al ver que los médicos no podían ayudarme a controlar la bebida, pensé que tal vez un cambio de ambiente podría librarme de esa tenaz obsesión alcohólica. Sabía que estaba bebiendo exageradamente y no sabía a qué atribuirlo, si echarle la culpa a mi mujer, a mi socio o a lo que fuera. La verdad, no tenía respuestas. De manera que puse manos a la obra y me fui al extranjero. Después de mantenerme abstemio, contra toda lógica, durante una semana, repentinamente comencé a beber de nuevo, con tal ímpetu que a los tres meses de continuas borracheras fui a parar al hospital.

Poco después de salir del hospital, durante un tiempo no bebí tanto como antes, en parte debido a la disciplina a que estaba sujeto en el trabajo (para el ejército). Pero un día cogí una borrachera colosal. Me quedé en casa y me bebí no sé cuántas botellas, y antes de que me echaran presenté la renuncia porque sabía que si no me iban a despedir por ausencia injustificada.

Después de varios cambios de empresa, me di entonces a beber más y más, y así de bebedor periódico volví otra vez a la fase de bebedor diario. Poco a poco abandoné mi negocio de una manera lastimosa. Apenas iba la oficina y pasaba horas bebiendo, hasta que llegó el día en que francamente me avergonzaba que mis amigos me vieran siempre bebiendo. Algunos me preguntaban: “¿Cuál es el motivo?” “¡Si supiera el motivo se lo diría! ¡No sé! ¡No sé por qué bebo así!”

Fui de mal en peor hasta que comencé a frecuentar lugares mucho más pobres. Buscaba lugares humildes y allí pasaba la mañana bebiendo. Iba luego a dormir a casa un par de horas, para beber después el resto del día hasta las diez u once de la noche.

A.A., Alcohólicos Anónimos