Aun cuando esta afirmación parezca temeraria, creemos sin lugar a dudas que es en los Grupos 24 Horas donde, gracias a las aportaciones espirituales de cientos de compañeros, toma forma el apadrinaje como una verdadera mística cuyo principal ingrediente lo constituye la fe. En ninguna parte, ni aun en los grupos de Alcohólicos Anónimos, existe una relación de seres humanos tan profundamente espiritual como la que se establece en la relación padrino-ahijado en el seno de los Grupos 24 Horas.

Respeto y fe, exenta de dependencia, es el binomio que da efectividad a esta relación, similar a la del escalador de alta montaña, en la que el guía va vigilante del explorador que lleva a su cuidado, atado a él y consciente de que su vida, y la de su guiado, penden de la misma cordada.

De igual manera, en el acto del apadrinaje media un lazo de unión, la buena voluntad, ese deseo particularmente amoroso del padrino de salvar la vida de su ahijado, de hacerle llegar el alivio que él ha adquirido previamente para los más agudos dolores, de darle su tiempo, su comprensión y su afecto.

Aquellos que hemos estado en el vértice de la tormenta emocional, víctimas de una mente cruel y torturante e invadidos por el temor que flagela impíamente nuestra vida, esa bruma que enajena nuestra razón y oprime a nivel físico incluso nuestro pecho, en estas condiciones hemos vivido el milagro de la fe cuando el padrino, un ex borracho igual que nosotros, con una palabra transforma nuestro dolor y alivia nuestra carga.

Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 3 (abril de 1984)