Mis negocios eran prácticamente inexistentes. No tenía ninguno. Durante bastante tiempo, tampoco gocé, naturalmente, de buena salud. Me llevó año y medio empezar a sentirme bien físicamente. Fue algo duro, pero pronto encontré a gente que antes habían sido amigos y después de mantenerme sobrio durante un tiempo los vi volver a tratarme como lo habían hecho años atrás, antes de haberme puesto tan mal que no prestaba mucha atención a las ganancias económicas.

Sería difícil calcular cuánto ha hecho Alcohólicos Anónimos por mí. Verdaderamente deseaba el programa y quería seguirlo. Me parecía que los demás tenían tanto alivio, una felicidad, un no sé qué, que creía que toda persona debía tener. Trataba de encontrar la solución. Sabía que había aún más, algo que no había captado todavía. Recuerdo un día, una o dos semanas después de salir del hospital, en que Bill en mi casa hablaba con mi esposa y conmigo. Yo escuchaba, tratando de descubrir por qué tenían ese alivio que parecían tener. Bill miró a mi esposa: “Dios me ha mostrado tanta bondad, curándome de esta enfermedad espantosa, que únicamente quiero seguir hablando de esto y seguir contándoselo a otra gente”.

Me dije: “Creo que tengo la solución”. Bill estaba muy, muy agradecido por haber sido liberado de esta cosa tan terrible y había atribuido a Dios el mérito de haberlo hecho y está tan agradecido que quiere contárselo a otras gentes. Aquella frase: “Dios me ha mostrado tanta bondad, curándome de esta enfermedad espantosa, que únicamente quiero seguir hablando de esto y seguir contándoselo a otra gente”, me había servido como un texto dorado para el programa de A.A. y para mí.

Por supuesto, mientras pasaba el tiempo y empezaba a recuperar mi salud, sentí que no tenía que esconderme de la gente, y esto ha sido maravilloso. Asisto a las reuniones porque me gusta hacerlo. Me encuentro gente con quien disfruto hablando. Y estoy aún tan agradecido de tener el programa y la gente que lo compone que todavía quiero participar en las reuniones. Y tal vez la cosa más maravillosa que me ha enseñado el programa –muchas personas me lo han dicho personalmente y he visto a otras muchas de pie en las reuniones y decirlo– es esto: “Vine a A.A. únicamente con el propósito de lograr mi sobriedad, pero a través del programa de A.A. he encontrado a Dios”.

Esto me parece lo más maravilloso que una persona puede hacer.

A.A., Alcohólicos Anónimos