La mayor parte de los enfermos por alcoholismo que llegamos a Alcohólicos Anónimos buscando una posible recuperación llegamos escépticos y, desde luego, ajenos a toda situación de carácter espiritual.

Sin embargo, es evidente que cada compañero de una u otra manera ha experimentado un despertar espiritual.

Sabemos por experiencia que los principios espirituales de los doce pasos y las doce tradiciones de A.A. sólo es posible practicarlos cuando se ha llegado al límite del sufrimiento. Sólo así puede el enfermo por alcoholismo aceptar la ayuda de otro ser humano, la práctica del programa de Alcohólicos Anónimos y la existencia de un Poder Superior, un Dios como cada quien lo conciba.

Pero creer en Dios o practicar una religión no es requisito indispensable para iniciar nuestra militancia. Nace con posterioridad, como una necesidad que va desarrollándose hasta convertirse en un deseo irrefrenable de tener fe. Recordemos la experiencia de Bill W., cofundador de A.A.: “Mi depresión se profundizó en forma insoportable, hasta cuando finalmente me pareció estar en el más oscuro fondo de mi vida. Todavía me rebelaba contra la noción de un poder superior a mí mismo, pero, finalmente, el último vestigio de mi orgullosa obstinación se quebrantó. De pronto me encontré exclamando ‘¡Si existe un Dios, que se muestre! Estoy listo para hacer cualquier cosa… cualquier cosa’”

La mayor parte de nosotros hemos padecido este tipo de orgullo, esta soberbia de no permitir que nadie intervenga en el control de nuestra vida, ni ser humano ni Dios. No estábamos dispuestos a pedir ni piedad al mundo ni perdón al cielo. Solamente el sufrimiento hace posible que nazca en nosotros el principio de humildad, y con él la esperanza… y después la fe.

Virgilio A., Semblanza del Grupo 24 Horas Condesa