Me llamo Jesús, soy un enfermo alcohólico, y desde no hace muchas 24 horas me están ayudando a dejar de beber en mi grupo, un Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos.

Cuando llegué, era un auténtico muerto viviente, vagando por las calles de esta ciudad, que no es la mía, y malviviendo en ocasiones de la caridad de los servicios sociales, que generosamente me ofrecían un plato de comida en el Comedor Social y un Hogar del Transeúnte donde dormir. Todavía siento escalofríos al usar la palabra “hogar”, en especial al pensar en los que por mi enfermedad destrocé.

Estaba a punto de llegar a convertirme en ese tipo de persona a la cual yo siempre taché de alcohólico, errante por el mundo y con la única compañía de un perro, una mochila y un cartón de vino. Nunca había pensado que esa persona, como yo, también había tenido un pasado y una familia.

Me sentía abatido, agotado, desconsolado; en resumen, un muerto pero en vida. Por mi cabeza pasaba como una cinta la película de mi vida, todo lo que había sido o podía haber llegado a ser y que por mi alcoholismo había tirado por la borda.

Un día, accidentalmente, conocí el Grupo 24 Horas de A.A., donde me acogieron. Los compañeros que me recibieron me dijeron: “Tranquilo, no eres culpable, padeces una enfermedad mental”, cosa que yo no entendía en ese momento, pero que con el paso de las 24 horas acabé comprendiendo, pues en mi vida había muchos actos de mal juicio, de esos que soy consciente que una persona “con los cuatro dedos de frente”, que decía mi madre, no haría.

El día de hoy el Grupo 24 Horas me da ganas de vivir y esperanza de una vida útil y feliz. Todos los días me permite recordar que soy un enfermo alcohólico, que padezco una enfermedad mental, pero que con la cual se puede vivir gracias a la ayuda de mis compañeros.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos