El apadrinaje hacia el nuevo es básicamente escucharlo. No puede satisfacerse su compulsión de querer saberlo todo, ni mucho menos explicarle su pretendido deseo de aclarar dudas absurdas. Lo primero es aclarar su mente con la terapia grupal (“Fúmate un cigarro, tómate un café y escucha tus juntas”), tribuna y tiempo, mucho tiempo. Tenemos que tener presente que el apapacho y la sobreprotección nos ablandan. Mente alerta ante la pretensión de chantaje o manipulación.

El que se va a ir hoy por una mala cara, porque descubrió que su padrino no es santo, porque fulano habla groserías, se va a ir mañana.

La comprensión no es conmiseración. Transmitimos fuerza, no temor.

El programa hace hombres, no niños enclenques.

Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 3 (abril de 1984)