A lo largo de mi vida, jamás pude controlar mi manera de beber. Incluso llegué a pensar que moriría así, borracho. Cuando tomaba la primera copa, no sabía cuándo parar. Me denigré como persona, perdido todo vestigio humano: dormía en cualquier lugar, apenas si comía, no sabía si anochecía o amanecía. Vagaba por la vida, sucio, dispuesto a cualquier cosa con tal de mitigar el sufrimiento que producía la resaca. No me importó mi familia ni el llanto de mis hijos o las súplicas de mi madre. Buscaba morirme. “Para qué vivir de esa manera”, pensaba.

Cuando llegué a Alcohólicos Anónimos, los compañeros que me recibieron me sugerían: “Deja todo y sálvate TU”. La verdad es que no había nada que dejar, no tenía nada, ni siquiera amor a mi persona. Sin embargo me resistí, atenazado por el miedo, sabía lo horrible que era vivir sin alcohol, sin poder comunicarme ni desarrollar ninguna actividad, aunque bebiendo tampoco. Y ellos hablaban de cimientos, de una vida útil y feliz, de aceptar mi debilidad extrema. Yo pensaba que era fuerte, anestesiado por el alcohol que hacía que nada doliera.

Los primeros días quería hacer muchas cosas… “Derrótate” era la palabra. Lleno de rebeldías, no obstante tenía miedo. Viví una desolación continua, incapaz totalmente de construir algo. Para destruir sí fui bueno. Y ahora había que comenzar un nuevo camino, una nueva vida, y me sentía viejo a pesar de mis 29 años. La verdad es que tampoco tenía adónde ir. Y ahí estaba, intentando hacerles caso, bajar la guardia, practicar un poco de humildad, dejarme ayudar. Era difícil, sintiéndome morir en cualquier momento.

Sin embargo, a pesar que no entendía este nuevo mundo, me decía: “Este es tu lugar”. Sentí bienestar, eso era innegable. Querían enseñarme a vivir realmente. El camino se hace paso a paso, Roma no se hizo en un día, poco a poco se va lejos… “Tú puedes, sólo quédate”, me animaban. Y les hice caso. Me inspiraron fe

El día de hoy tengo la plena seguridad de que éste es el camino adecuado. Vivo el principio de una vida útil y feliz. Dios, tal como cada quien lo conciba, nos ama, quiere lo mejor para cada uno de nosotros.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos