Un momento crucial en la vida de cada uno de nosotros es la llegada a un grupo de Alcohólicos Anónimos. La conciencia de que el alcohol y el sufrimiento habían convertido nuestra vida en un auténtico infierno del cual no hallábamos salida nos permitió “tocar fondo”. Sólo entonces pudimos acercarnos a A.A. en busca, a veces incluso de manera inconsciente, de auxilio, de esperanza y comprensión.

“Para nosotros, eres la persona más importante”, escuchamos llenos de desaliento y decepción, acorralados por la vida. “Si tienes problemas con tu manera de beber, has llegado al lugar indicado.” Los compañeros que nos recibieron, otros enfermos alcohólicos que, para dejar de beber, nos dedicaban parte de su tiempo y esfuerzo hicieron realidad estas frases. Exquisitos en el trato, no hicieron más que lo que en su momento habían hecho por ellos. Nos hablaron de sus experiencias, su sufrimiento personal, su actividad alcohólica, en un plano de igualdad, nunca desde la superioridad de quien se mantiene sin beber, sino en la cercanía de quien conocía nuestra derrota. No trataron de imponernos normas ni obligaciones. Tampoco nos juzgaron ni criticaron. Mostraban su interior al hablarnos de sí mismos, para así abatir nuestras defensas y mover la conciencia. Nadie como un enfermo alcohólico para tocar el corazón de otro enfermo alcohólico.

Se produjo entonces el milagro: un ser desahuciado, “a las gradas de la locura y de la muerte”, encuentra el “puente de comprensión” con otro enfermo alcohólico que le ha tendido la mano, y se identifica con él. Y en ese momento, al escuchar a los compañeros que con tanto cuidado y esmero nos brindaron la recepción y la bienvenida, dejamos de sentirnos especiales, diferentes, “bichos raros”. Vislumbramos una solución, que a lo mejor sí teníamos derecho a una oportunidad, a una nueva vida, “útil y feliz”.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos