La recuperación (3)

 Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, tal como cada quien lo conciba. No un Dios especial, sino un Dios concebido de acuerdo con la libertad que tiene el enfermo alcohólico dentro del programa que se practica en el Movimiento 24 Horas de Alcohólicos Anónimos.

Sin embargo, no se trata de un convencimiento intelectual, ni de discusiones sobre la existencia o no de Dios, sino simple y sencillamente de la necesidad surgida de muy adentro, en el límite del sufrimiento, de creer en algo. ¿Cómo transmitir esto a otro enfermo alcohólico?

Este es nuestro principal reto. En el Movimiento 24 Horas de Alcohólicos Anónimos nace simplemente de la necesidad de creer, no se convence a nadie, es en el propio enfermo donde nace ese deseo.

Unos lo describen como un Dios bondadoso; tiene que serlo para habernos dado una nueva oportunidad de vida. Desde luego un Dios de amor, infinitamente comprensivo, no castigador ni vengativo.

En alguna ocasión Virgilio A. afirmaba que el alcohólico es quien más extraña el paraíso perdido, y una escritora se acercó para comentarle: “Ustedes, los alcohólicos, son los que buscan desesperadamente a Dios, y ya lo han encontrado”. Recientemente se aclaró el concepto: Dios está presente en el sufrimiento, en la aceptación de su voluntad, en la inexplicable alegría que se manifiesta en cada uno de los enfermos alcohólicos en recuperación; no se encuentra en el resentimiento, ni en el egoísmo, ni en el sentimiento de importancia, la búsqueda del poder o la arrogancia, ni en la mezquindad, ni en esa lamentable lástima por uno mismo.

Por eso cuando a un Grupo 24 Horas llega un alcohólico tiritando de soledad, con la mirada triste, cargando a cuestas ese dolor interno que solamente el enfermo alcohólico vive cuando ya lo ha perdido todo, trae a Dios consigo. De ahí que nosotros hayamos encontrado a Dios.

Virgilio A., Repasando nuestra recuperación