Soy parte del todo

“En seguida me convertí en una parte –aunque fuera una pequeñísima parte– de un cosmos” (Bill W., Como lo ve Bill).

Cuando llegué por primera vez a Alcohólicos Anónimos, me convencía de que “esa gente” era amable –tal vez un poco ingenua, un poco demasiado amistosa, pero gente fundamentalmente buena y sincera (con quienes yo no tenía nada en común)–. Los veía en las juntas –por supuesto, era allí donde “ellos” existían–. Les daba la mano a “ellos” y, después de irme del Grupo, los olvidaba.

Luego, un día, mi Poder Superior, en quien no creía todavía, dispuso que hubiera un proyecto fuera de A.A. en que participaban por casualidad muchos integrantes de A.A. Trabajamos juntos, y llegué a conocerlos a “ellos” como seres humanos. Llegué a admirarlos a “ellos” e incluso a tenerles afecto, y, a pesar de mí mismo, a disfrutar de la compañía de “ellos”. “Su” forma de practicar el programa de Alcohólicos Anónimos en sus vidas diarias –y no meramente en las palabras que les oía decir en las juntas– era lo que me atraía y quería lo que tenían. De repente, “ellos” se convirtieron en “nosotros”. Desde ese momento no he bebido una copa.

 

Alcohólicos Anónimos, Reflexiones diarias