1 de marzo

Pensamiento del día

Un día nos vimos arrinconados por el alcohol a las puertas de Alcohólicos Anónimos, con el historial a cuestas, la tristeza del fracaso en los ojos y la sensación de habernos convertido en “los más miserables de los hijos de Dios”. Otro enfermo alcohólico se nos acercó y desde la posición privilegiada que da haber vivido la misma enfermedad nos abrió la oportunidad a un mundo nuevo, a una “nueva vida”. Muchos aceptamos el reto y, ante la amenaza del temor, las obsesiones y una insidiosa enfermedad que se defendía a las gradas de la locura y de la muerte, decidimos que A.A. iba a permitirnos vivir una vida diferente, “a pesar de nuestra enfermedad”.

Transcurrieron las 24 horas, aquella débil posibilidad comenzó a tomar cuerpo, a convertirse en una incipiente realidad, y creímos que sí era posible ser felices “con nuestra enfermedad”, que por aquel entonces se había transformado en un incómodo vecino, molesto compañero de viaje que dificulta el intento de cambio pero que forma ya parte de tu vida.

Algunas 24 horas después, la práctica del programa, el intento de “cambio de forma de ser, pensar y actuar”, de “dar lo que habíamos recibido”, y la ayuda de otros enfermos alcohólicos nos permitió descubrir que esa “nueva vida, útil y feliz” era una realidad, “gracias a nuestra enfermedad”. Ser enfermo alcohólico nos permitía vivir en una dimensión de amor, nuestro historial relativizaba las dificultades del día a día, en nosotros habíamos descubierto ciertas virtudes, y también defectos, muchos, pero tal vez no tantos como pensábamos. Nos encontrábamos en manos de un Dios bondadoso, tal y como cada quien lo conciba. El milagro era ya un hecho.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos