Empecé a tontear con la bebida con 14 años; a los 16, mi primera borrachera. Pero es hasta los 28 que el alcohol se convierte realmente en un problema para mí. No obstante, aunque sabía que algo me sucedía, no era consciente de su verdadero alcance.
Al final bebía a escondidas, escondía la bebida, el alcohol se mantenía las 24 horas del día en mi cabeza. Con frecuencia me decía: “Mañana no bebo”, pero era superior a mis fuerzas, tomaba la primera copa y ya no podía parar. Viví varios intentos de suicidio.
Me puse en manos de especialistas, psiquiatras, psicólogos, etc., sin obtener ningún resultado. Me ingresaron en una Unidad de Alcoholismo, y tampoco pudieron ayudarme. Salí con la necesidad de seguir bebiendo, no sabía qué hacer con mi vida, estaba destrozada.
Y en realidad tengo una familia que me quiere, una pareja que me adora, pero no podían ayudarme. Terminé viviendo en una pensión, sola, rodeada de cartones de vino y de botes de cerveza barata, nulo aseo personal y esperando que llegase la muerte.
En esas condiciones me encontró mi hermana, destrozada, y me comentó que había localizado un Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos por internet, que se había comunicado por teléfono y le habían dado esperanzas. Yo estaba desolada, sin ganas de vivir. Ya no me quedaba nada. Y así hice mi maleta y nos pusimos en camino.
El día de hoy, aunque no ha transcurrido mucho tiempo, mi vida ha cambiado. No he vuelto a beber, ni a abusar (o “malusar”) de la medicación psiquiátrica, con ganas de vivir, por momentos estoy incluso ilusionada. Y mi familia comienza a estar tranquila…
Todo gracias a mis compañeros, los únicos que pueden ayudarme porque son como yo, enfermos alcohólicos, y podemos compartir nuestras propias experiencias.
Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos