Mi paso siguiente consistió en emprender el estudio de la medicina, ingresando en una de las universidades más grandes del país. Allí me dediqué a la bebida con mucho mayor empeño del que hasta entonces había demostrado.Debido a mi enorme capacidad para beber cerveza, fui elegido miembro de una de las sociedades de bebedores y pronto llegué a ser uno de los principales. Muchas mañanas me encaminaba a las clases y, aunque iba completamente bien preparado, me regresaba porque, debido a los temblores, no me atrevía a entrar al aula por miedo a hacer una escena si se me pedía que diese la lección.

Esto fue de mal en peor hasta la primavera de mi segundo año de estudios en que, después de un largo tiempo de estar bebiendo, decidí que no podía terminar el curso; hice mi maleta y me fui a pasar un mes a una gran hacienda de un amigo. Cuando se me despejó la mente, decidí que sería una gran tontería dejar la escuela y que era mejor regresar y continuar mis estudios. Al llegar a la escuela descubrí que el profesorado tenía otras ideas sobre el particular, Después de muchas discusiones me permitieron regresar y presentar mis exámenes, todos los cuales pasé honrosamente. Pero estaban muy disgustados y me dijeron que tratarían de arreglárselas sin mí. Tras muchas discusiones penosas, me dieron al fin mis créditos y me marché a otra de las principales universidades del país, entrando ese otoño como estudiante de penúltimo año.

Allí empeoró tanto mi manera de beber que los muchachos de la casa de la fraternidad donde vivía se vieron obligados a llamar a mi padre, el cual hizo un largo viaje con el inútil propósito de corregirme. Poco efecto surtió esto, pues seguí bebiendo, y más bebida que en años anteriores.

Al llegar a los exámenes finales, agarré una borrachera bastante grande. Cuando traté de escribir mis pruebas, me temblaban tanto las manos que no podía sostener el lápiz. Entregué tres libretas, por lo menos, completamente en blanco. Por supuesto, se me llamó a cuentas en seguida y el resultado fue que tuve que repetir dos trimestres y abstenerme completamente de beber para poder graduarme. Lo hice y tuve la aprobación del profesorado, tanto en conducta como en estudios.

Me porté tan honorablemente que pude conseguir un codiciado internado, en el que estuve dos años. Me tuvieron tan ocupado que casi no salía del hospital para nada. Por lo tanto, no podía meterme en dificultades.

A.A., Alcohólicos Anónimos