La esencia de este servicio es sin duda el intercambio terapéutico que ocasionalmente suele suscitarse en algunas de nuestras juntas. Vez en que nuestro Yo niño se atraviesa para que aguijoneado por ese diablillo neurótico nos demos a la tarea de exhibir a algún compañero del que previamente hemos hecho su diagnóstico emocional. La víctima propiciatoria nos resulta respondona, y la sal y la pimienta salpican nuestro encuentro. Ocasión propicia para que en el infantil regocijo escojamos nuestra apuesta, y a la luz de nuestra emoción veamos vencedor a quien quisiéramos que fuera, y como adolescentes en pandilla revivimos la escaramuza de nuestros sueños ingenuos.
La terapia seria, aportación espiritual de todos, en el universo del anonimato, nos dará con su verdad la contribución a nuestro crecimiento. Camaradería franca, abierta, como el mundo en el que vivimos en 24 horas. Afectuosa, ennoblecedora y conmovedora, la síntesis de estos eventos, fortaleza individual y colectiva, imagen que quisiéramos capturar en el instante en que desaparece, no sin dejar huella de sensible remembranza para esperar la proximidad de un nuevo evento, íntimamente la plegaria para no olvidar, para que la conciencia trasnochada del alcohólico no sucumba en el tiempo, no se nuble la impresión, sino que se revitalice, se afiance en la prosecución de un estado de ánimo que refleja un mundo armonioso, de esperanza y amor.
Al término de la junta, el anuncio del IV Congreso del Movimiento 24 Horas de Alcohólicos Anónimos en Acapulco.
Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 3 (abril de 1984)