El apadrinaje requiere grandes dosis de buena voluntad y de humildad de las partes, recordando siempre que el programa es a base de sugerencias y que nunca podemos exigir aquello que nosotros mismos no hayamos llevado a cabo con auténtica honestidad. Debemos recordar que no puede haber confianza donde no hay amor, ni verdadero amor donde la desconfianza gobierna.
Como padrinos tenemos la necesidad de poner al servicio de nuestro ahijado nuestra experiencia, la objetivación de sus propios problemas, cuando son ventilados franca y abiertamente para que él, y sólo él, tome las decisiones.
Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 2 (marzo de 1984)