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Los antecedentes del apadrinamiento se encuentran en los principios de Alcohólicos Anónimos. Nace desde aquel instante en que Bill W. vivió la experiencia de que comentando con otro enfermo alcohólico sus desasosiegos podía permanecer sobrio. A falta del trabajo muere la fe, aterradora verdad en el caso del alcohólico, pues si dejamos de perfeccionar y engrandecer nuestra vida espiritual en beneficio de otros como nosotros sin duda volveríamos a beber. Efectivamente nuestro mejor seguro en relación con la bebida es trabajar con otros alcohólicos. Estos principios espirituales dieron nacimiento al apadrinaje; concomitantemente con ellos está la absoluta necesidad de admitir ante Dios, tal como cada quien lo conciba, y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.

Al parecer esta relación de un miembro de más tiempo en el grupo con el de nuevo ingreso dentro de la comunidad de A.A. se entendía en los primeros años de esta organización única y exclusivamente para apoyar al nuevo para que no se fuera a beber: el veterano le transmitía sus experiencias vividas y la forma en que él permanecía sin beber.

Algunos años antes de iniciarse el Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos, el apadrinaje se circunscribía a los primeros dos años de militancia o tal vez hasta la elaboración del primer cuarto paso. Hay que considerar que en esa época pocos eran aquellos que permanecían como militantes activos después del tercer año, y raros los testimonios de quienes hubieran acumulado militando dentro de A.A. una vida de cinco años.

En el primer Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos el apadrinaje adquiere perfiles de verdadera mística, haciéndose extensivo a la evolución que el enfermo alcohólico desarrolla en su diaria militancia dentro del Movimiento.

Es pues el apadrinamiento la contribución espiritual más decidida en beneficio del engrandecimiento espiritual de nuestra propia vida.

 Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 2 (marzo de 1984)