Empecé a beber a los 12 años. A los 15, ya consumía otro tipo de sustancias. Con el tiempo, gracias a mi forma de beber y de vivir, perdí pareja, trabajo, vivienda, salud… Me ingresaron en hospitales. Y al final me convertí en un auténtico “sin techo”, con problemas con la justicia.
Un día encontré Alcohólicos Anónimos en un Grupo 24 Horas. Mi vida pasó a tener un sentido: dar lo que me dieron.
Pero quise llevármela solo, y tuve que empezar de nuevo. Entré en prisión. Aquí, sin embargo, recibo la visita semanal de mis compañeros; conseguí un trabajo y ahora tengo un puesto en enfermería. Me dan permisos para salir, y voy a mi Grupo 24 Horas de A.A. para asistir a mis juntas. He vuelto a vivir.
Por todo ello, doy gracias a Dios, tal como yo lo concibo.
Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos