En el anexo (2)

 ¿Quién pudiera rendir una información de todo el sufrimiento que en alguna ocasión padecimos? ¿Quién pudiera inventariar la alegría con la que hemos vivido los últimos años, ya en el Grupo 24 Horas de A.A.? ¿Quién pudiera expresar, dice el libro Alcohólicos Anónimos, las vastas consecuencias que el trabajo de Dios (tal y como cada quien lo conciba) había puesto en movimiento a través de A.A.? ¿Quién pudiera penetrar el profundo misterio de la liberación de la obsesión, desesperada y fatal, que llegó a poseer nuestras mentes y nuestros cuerpos?

Y pensar que el principio es una simple confesión: “Admitimos que somos impotentes ante el alcohol y que nuestras vidas se han vuelto ingobernables”, y “decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como cada uno de nosotros lo concibe”. Este es el inicio de una existencia diferente y de una notable mejoría en nuestro deterioro mental, físico y espiritual.

Pero como en todo despertar espiritual, se hace imprescindible el sufrimiento, llegar a los límites de la locura y de la muerte. Solamente en esas condiciones estamos en situación de recibir el mensaje de Alcohólicos Anónimos para lograr un derrotero distinto.

Virgilio A., Repasando nuestra recuperación