¿Se cree usted diferente? Me llamo Patricio y soy enfermo alcohólico (homosexual)

Hace 17 años, un desconocido con barba que estaba sentado a mi lado en un salón de uno de los hoteles menos elegantes de nuestra ciudad, se volvió de repente hacia mí y me preguntó si yo tenía un problema con la bebida. «¿Qué le hace pensar así?» Le repliqué, sabiendo que en ese momento estaba físicamente sobrio, aunque algo tembloroso y sin una perfecta coordinación. No me contestó. Simplemente metió la mano en su chaqueta, que había conocido mejores días, sacó un libro mugriento y sobado y dijo algo acerca de una reunión, a la que tal vez me gustaría asistir esa noche. Me dijo que allí encontraría a «gente agradable que le entenderá». Hizo mención también de café y tarta gratis. Eso me decidió.

Hoy le doy gracias a Dios […] por aquella conversación. Aún sintiéndome frío y vacío, logré controlarme y llegar a la dirección que me había dado. Por supuesto, resultó ser una reunión de Alcohólicos Anónimos. Allá, por primera vez en muchos años, establecí un verdadero contacto humano con el hombre que más tarde se convertiría en mi padrino. […]

Mi alcoholismo se remonta muy atrás, así como mi homosexualidad. Uno de los primeros recuerdos dc mi niñez es beberme tragos de la cerveza de mi padre adoptivo sin que él se diera cuenta y luego poner agua en la lata para que no lo notara. Más tarde, en los últimos años de mi adolescencia, empecé a frecuentar los bares de homosexuales. Ya desde el principio, y a pesar de odiar el sabor, me gustaba la agradable sensación que me infundía la bebida.

No obstante, al poco tiempo, empecé a tener problemas con la bebida. Empecé a utilizarla no sólo porque me hacía sentir bien, sino también como soporte. Bebía para armarme del suficiente valor como para hacer cosas peligrosas. No tenía la menor idea de lo que estaba haciendo en aquel entonces; ahora me doy cuenta de que, desde el comienzo, bebía de mala manera. Recuerdo, por ejemplo, un buen amigo que veía con repugnancia mi forma de beber cuando yo apenas había cumplido los veinte años. Yo consideraba sofisticado el beber y buscar aventuras en los bares, como los demás. Pero ahora soy consciente de que la bebida pronto empezó a dominarme y a convertirse en un fin por sí misma. […]

Hoy creo que nosotros los A.A. tenemos una relación familiar, un parentesco, unos con otros. Creo que toda la gente de Alcohólicos Anónimos —homo y heterosexuales— son mis hermanos y hermanas. Después de haber logrado nuestra sobriedad, se nos depara una oportunidad de formar nuevas y sanas relaciones, para compensar aquellas que en el pasado echamos a perder. Llegamos a conocer a nuestros compañeros, queriéndolos, compenetrándonos con ellos, sufriendo cuando ellos sufren e incluso peleando cariñosamente con ellos de vez en cuando. Es un compartimiento verdadero y sincero. Algo que, con toda seguridad, nunca conocí en mi casa.

Alcohólicos Anónimos, ¿Se cree usted diferente?