Hacia la paz y la serenidad

 “Cuando les hemos dado una mirada cabal a esos defectos, los hemos discutido con otra persona y hemos llegado a estar dispuestos para que sean eliminados, nuestro parecer acerca de la humildad empieza a tener un significado más amplio” (Alcohólicos Anónimos, Doce pasos y doce tradiciones)

Cuando se presentan situaciones que destruyen mi serenidad, frecuentemente el dolor me motiva a pedirle a Dios, tal y como yo lo concibo, claridad para ver mi papel en la situación. Admitiendo mi impotencia, humildemente le pido aceptación. Me esfuerzo por ver cómo mis defectos de carácter han contribuido a la situación. ¿Podría haber sido más paciente? ¿Fui intolerante? ¿Insistí en salirme con la mía? ¿Tenía miedo? Según se van revelando mis defectos, pongo a un lado mi independencia y humildemente le pido a Dios que me libre de mis defectos de carácter. Puede que la situación no cambie, pero cuando practico la humildad, disfruto de paz y serenidad que son los beneficios naturales de poner mi confianza en un poder superior a mí mismo.

 

Alcohólicos Anónimos, Reflexiones diarias