Cuenta un compañero cómo esgrimía la autodefensa en cuanto se inquiría sobre su obsesión, cómo entraban los pensamientos engañosos a su rescate:

Veterano al nuevo: “¿Has tenido obsesión?”

Nuevo (a la defensiva): “Ninguna. Yo de hecho no tenía obsesiones fuertes”.

Pensamiento del nuevo: “Este idiota… Seguro que cree que estoy muy enfermo”.

Sensación de que se le está agrediendo, típica defensa de todo lo que amenaza nuestra fachada.

La tribuna hará su efecto, la descripción de la obsesión con todas sus máscaras y disfraces por compañeros de tiempo, la forma en que ellos la detectaron, pondrán en guardia al iniciado, quien estará en mejores condiciones de detectarla y enfrentarla.

Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 3 (abril de 1984)