virgilio

Este estado maravilloso conocido con el nombre de nube rosa comienza de repente a desvanecerse, en las juntas la terapia comienza a penetrar en ese duro caparazón de inconsciencia. Comienzan a sentirse sensaciones de desasosiego, de inquietud, incluso a nivel físico, al escuchar a los compañeros desde la tribuna hacer su catarsis, o franca y abiertamente dirigirse a uno en un afán de confrontarlo con la realidad. La aparente indiferencia se ve abollada, las reacciones instintivas que como latigazo en ocasiones anteriores surcaban la conciencia y lo hacían llenarse de indignación, para abordar la tribuna y entrar al “toma y daca” que se gesta en el seno de nuestros grupos se van haciendo más frecuentes, sin que esta táctica de disimular nuestro verdadero problema siga prestándonos la eficaz ayuda de 24 horas antes.

Cada día nos vamos más aporreados, manifestándose diversos estados que, aun cuando eran conocidos por nosotros en las resacas alcohólicas, nunca fueron ni tan seguidos ni tan agudos; el sueño parece abandonarnos, las noches insomnes se hacen más frecuentes, en algunas ocasiones acompañadas de estados depresivos, o francamente angustiosos, una verdadera confusión.

Efectivamente, ha sido trastocada nuestra fachada, va desapareciendo el autoengaño y en el movimiento pendular de nuestra recuperación viajamos al extremo. Tal parece que hemos perdido nuestra identidad, no somos quien creíamos, y la zozobra y la incertidumbre nos hacen sentirnos como “el agujero de una rosca”.

 

Virgilio A., Boletín del Movimiento 24 Horas, núm. 2 (marzo de 1984)