Todos y cada uno de los enfermos alcohólicos que nos acercamos a un Grupo 24 Horas de A.A. en petición de ayuda somos en el fondo personas sumamente privilegiadas, porque hemos gozado la oportunidad casi única y especial de vivir dos vidas en una, totalmente diferentes entre sí: una, la de la actividad alcohólica, vida de sufrimiento, de dolor, de mucho dolor, tanto para nosotros como para las personas que nos rodean, aquéllas a las que decimos más querer, de desesperación y en especial de desesperanza, y una segunda vida, una vida útil y feliz, plena, intensa, disfrutando la hipersensibilidad propia del enfermo alcohólico, de respeto y buena voluntad, de reparación, codo con codo con cada uno de los compañeros que han decidido (y los que decidirán a lo largo de los años) compartir con nosotros esta maravillosa aventura.

Sin embargo, de entre los integrantes del Movimiento Internacional 24 Horas de A.A., muchos somos doblemente privilegiados: hemos sido elegidos por nuestro Poder Superior, tal y como cada quien lo conciba, para vivir de una forma incluso más intensa ese sentido de pertenencia. Casi con total seguridad podría asegurarse que es gracias a nuestras limitaciones y defectos, a la exclusiva necesidad, al deseo de no revivir experiencias ya vividas, a la conciencia del sufrimiento propio y de nuestro entorno, que nos hemos visto abocados a vivir la derrota, dentro de los parámetros en que puede derrotarse en realidad un enfermo alcohólico, y aferrarnos al programa de Alcohólicos Anónimos “como un náufrago a un salvavidas”. Al fin y al cabo, no deja de ser una bendición, porque nos ha permitido vivir.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos