Quienes nos acercamos a Alcohólicos Anónimos en busca de una solución a nuestro problema con la bebida lo hacemos sólo cuando “tocamos fondo”. El alcohol se ha convertido en un enemigo implacable ante quien la huida es imposible, y en un breve y efímero instante de conciencia, a veces de forma inesperada, descubrimos el infierno de nuestra vida. Y en esas condiciones, sumidos en la desesperanza, pedimos ayuda.

A la mayoría nos impactó que pudieran ayudarnos tal vez quienes menos esperábamos. ¿Cómo era posible que donde habían fracasado los profesionales de la sanidad, la psicología o la psiquiatría tuvieran éxito un grupo de “ex borrachos”? No obstante, el éxito del programa de Alcohólicos Anónimos que se practica en un un Grupo 24 Horas es palpable. Los resultados saltan a la vista: quienes nos reciben no han bebido, muestran brillo en la mirada, y una alegría y dignidad difícilmente compatibles con la actividad alcohólica. ¿Habremos encontrado la solución?

Sin embargo, la enfermedad del alcoholismo, cruel como ninguna, “se defiende a las gradas de la locura y de la muerte”. Y aparece el miedo, conocido compañero de viaje, miedo a enfrentar la vida sin el alcohol que nos permitió sobrevivir a un mundo que sentimos hostil, que anestesió nuestros temores, resentimientos y sentimientos de culpa, miedo a vivir la realidad. Y a pesar de que los compañeros no son más que víctimas de la misma enfermedad, que no nos juzgan y nos hablan única y exclusivamente de experiencias vividas, de cómo ellos han dejado de beber, de pronto pretendemos una ayuda “a nuestra manera”, bajo nuestras condiciones y exigencias.

Solamente la derrota incondicional ante el propio sufrimiento y la entrega incondicional de aquellos que llegamos a Alcohólicos Anónimos “dulcemente razonables”, que “no queremos queso, sino salir de la ratonera”, nos permite la humildad suficiente e imprescindible para aceptar ayuda de quien ha recorrido ya su propio camino de recuperación, de quien vive, a veces aún de forma incipiente, esa “vida útil y feliz” que a todos nos han prometido. Y algunos, grandes afortunados, descubrimos de pronto que es posible el milagro, que se puede vivir sin beber, y vivir bien.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos