Soy un enfermo alcohólico en proceso de recuperación. Llegué al Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos cargando una pesada mochila de problemas, engaños, envidias, rencores, orgullos y desilusiones. Ni siquiera sabía que tenía un problema con mi forma de beber y con mi forma de vivir en la sociedad.

Mi primera borrachera fue con 18 años, en la época estudiantil. Hoy me doy cuenta de que desde los inicios, cuando tomaba la primera cerveza, ya no podía parar, y si me detenía era en el suelo vomitando. Cada vez bebía con mayor frecuencia y mayor cantidad, pero no lo notaba. Todavía me avergonzaba que algún amigo me viese beber. Me autoengañaba considerándome sano cuando en realidad no lo era. Pensaba que todo era normal. Pero tenía graves problemas con mis padres, familiares, novias y en el trabajo. Empezaba a tocar fondo.

En la fase final, finalizada la universidad, con buen empleo y dinero, perdí el respeto a todo. Empezaba a beber y no podía detenerme: uno, dos, tres días. Perdí trabajos, relaciones, dinero, familiares, amigos…

Me embarqué en fugas geográficas para ver si en otro lugar podía dejar de beber. Pero acababa igual, o peor: bebía mucho más. Me ganaba la depresión, la lástima de mí mismo, no sabía cómo dejarlo. Desesperado por abandonar la bebida, bebía sin embargo por todo y por nada. La vida no tenía sentido, me automarginaba, la gente me caía mal. No había nadie a mi lado.

Llegué al Grupo 24 Horas de A.A., y mi vida se transformó. Volví a nacer. Me fui quedando, escuchando, participando. Aprendí a vivir día a día y empecé a ver una luz en mi vida, a sentirme bien, a compartir cada 24 horas, a conocerme a mí mismo. Sentí la alegría, la esperanza, el cariño, los abrazos de mis compañeros. Los problemas comenzaron poco a poco a solucionarse.

Hasta el día de hoy no he vuelto a probar el alcohol. Cada vez me siento más parte de mi grupo. Nunca me cansaré de agradecer a mis compañeros por abrirme las puertas y acogerme, por esta nueva vida.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos