Los últimos días antes de llegar al Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos me encontraba viviendo en casa de mi madre, trabajando para un amigo en precario, sin contrato ni garantía de continuidad, y sin poder reclamar, pues en los escasos siete meses anteriores había perdido cuatro empleos, dos de ellos con unas excelentes condiciones laborales, pese a la crisis general. Todo esto era una consecuencia de mi peculiar forma de beber.

A pesar de que sabía desde hacía mucho tiempo que el alcohol era mi peor enemigo, no podía parar de beber y todo el dinero que conseguía lo destinaba a este fin. Ya no encontraba ilusión por nada ni por nadie. La sensación de soledad y de angustia cada vez eran mayores. La ayuda psiquiátrica solicitada unos meses antes no había funcionado y el desánimo era permanente, junto con insomnios persistentes, una extrema delgadez, un color de piel amarillo hepático, incontencia urinaria, agotamiento físico permanente y un profundo deseo cada noche de morir.

Los incontables intentos por solucionar mi problema con la bebida habían fallado, agotando la ilusión de todas las personas que intentaban ayudarme. Ya no tenía ninguna fe en mí mismo.

En el Grupo 24 Horas de A.A: en el que me ayudaron a dejar de beber encontré muchas respuestas a muchas preguntas que me hacía continuamente y que jamás me respondió ninguno de los médicos y profesionales consultados a lo largo de mis casi veinte años de historial alcohólico.

El día de hoy duermo, como, me río. Hoy sigo encontrando respuestas. Hoy no me siento solo. Hoy tengo ilusión por vivir.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos