Mi relación con el alcohol se remonta a más de 40 años atrás. En aquel entonces, todavía muchacho, mi padre ya me aseguró: “Hijo, tienes problemas con tu forma de beber”. No hice caso. La realidad es que no podía tomar sólo una o dos copas como el resto de mis amigos. Bebía de forma obsesiva, no podía parar.

Un día escuché que el alcoholismo es una enfermedad incurable, progresiva y mortal. ¡Qué exageración! Me advirtieron que si no dejaba de beber conocería la cárcel, los hospitales y posiblemente la muerte. Todo se cumplió exactamente tal como me vaticinaron… excepto lo último, ya que estoy en recuperación en un Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos, donde vivo hasta el día de hoy.

Estoy recuperando olfato, gusto y vista. Intento ser feliz. Gracias a mis compañeros vuelvo a ser persona. Y espero que sigan ayudándome.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos