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 Mi primer ingreso hospitalario sucedió a los 15 años, debido a mi manera de beber. Nunca pude parar. A los 17 años, un día en laguna mental, agredí a mi padre; ni siquiera me enteré.

A lo largo de los años, tuve buenos trabajos, que me reportaron dinero, parejas a las que quise cuidar, unos padres que me quisieron e intentaron ayudarme, al igual que mis hermanos y amigos. Cuando llegué a las puertas del Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos no tenía nada, ni pareja, ni padres, ni familia, ni trabajo. Mi vida se me había escapado entre las manos, y no lo había visto.

Sólo sabía matarme viviendo en la botella. Durante 30 años me hizo creerme un buen hijo, un buen marido, un buen trabajador. A los 25 años, ya operado de corazón por primera vez, ya no tenía nada, vivía en un almacén en la playa, dormía en un plástico y me duchaba en agua fría. Me cambiaba con una par de bolsas de ropa, para que nadie me viera. Tardé 10 años más en llegar al Grupo, y tuve que pasar por psiquiátricos, hospitales, calabozos, rupturas sentimentales, vivir en la calle.

Hoy permanezco en el Grupo 24 Horas y me están enseñando a sentir una vida sin alcohol. Se puede vivir la vida preciosa que mis amigos de A.A. me ofrecieron. Tengo una familia, volví a operarme de corazón, he restaurado la relación con mis padres, estoy vivo… y no bebo. Intento vivir una vida útil y feliz. Como me prometieron.

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos