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Mi primer contacto con el alcohol y las drogas fue a los 14 años. Lo que al principio parecía divertido se convirtió al final en una trampa mortal, de la que sólo pude escapar cuando llegué al Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos.

Sin darme cuenta de cómo ni por qué, acabé metido en una vida muy peligrosa. Con 16 años pisé por primera vez una cárcel, como resultado del mundo de drogas y alcohol en que me desenvolvía. Tengo unos hijos a los que no he visto crecer; una madre y una hermana a las que no he visto morir.

Y siempre el dedo acusador: “¡Culpable!” No, hoy sé gracias a mis compañeros que no soy culpable, que desde que nací padezco una enfermedad que me distingue del resto del mundo.

Gracias a un antiguo compañero de andanzas, ahora pastor evangelista, quien al ver que me estaba muriendo me habló del Grupo 24 Horas al que llegué hace algún tiempo y donde permanezco desde entonces. Por primera vez en mi vida siento que soy alguien, con ganas de seguir luchando, codo a codo con otros enfermos alcohólicos. He conseguido algo que parecía increíble: dejar de consumir lo que consumí los últimos 30 años y recuperar la salud. Todo gracias a mis compañeros.

Hoy por fin comienzo a sentirme libre.

 

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos