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Cuando llegué al Grupo 24 Horas de Alcohólicos Anónimos me impactó mucho que la gente que me recibía ofreciera una respuesta a la pregunta que llevaba toda la vida haciéndome: “¿Qué me pasa? ¿Por qué no soy como los demás?” También supe que el alcoholismo es una enfermedad mental que sólo presenta un síntoma: una vez empiezas, no puedes parar. Además, me hablaron de lagunas mentales. Ahí pensé: “Eso es lo que me sucede a mí”.

Lo que un día, siete años atrás, empezó como un juego, para que mi hermana no descubriera mis miedos e inseguridades, años después se convierte en una agonía, en  intentar controlar mi manera de beber, en días sola en casa, mi refugio, donde me escondo del mundo, donde no me dicen “Ya no bebas más”, “Compórtate, por favor” u “Hoy no la líes”, donde puedo beber hasta caerme y nadie va a enterarse, donde a las siete de la tarde tomo una copa y acabo en laguna mental, donde despierto cada mañana sin saber muy bien qué ha pasado ayer. Cada vez esos despertares son peores, a veces en casas ajenas, hoteles, el hospital, y cada vez con más miedo a que de nuevo me suceda no saber lo que ha pasado, ni cómo ni por qué.

Desesperada busco ayuda con psicólogos, psiquiatras. No les entiendo, hago lo que me dicen, pero no me funciona. Después lo intento con fuerza de voluntad, alejándome de la gente con la que bebo… y sin ni saber cómo vuelvo a beber. Cada vez más frustrada, más impotente y más desesperada. No lo consigo, y no entiendo por qué. Hasta que llega un momento en que ya no puedo y no quiero más de la vida. Para mí eso es muy cruel. Intento ser como los demás, pero no lo consigo. Y ya, enfadada con Dios, con mi familia y con el mundo, sólo quiero morirme, así, borracha. Ya no salgo de casa, sólo quiero beber y dormir, y que me dejen en paz. No quiero ayuda, ni padres ni nada. Todo está terminado en medio de delirios de persecución, auditivos, táctiles y visuales.

Un día mi madre toma las riendas de mi vida y me trae a un Grupo 24 Horas. Quiero morir, que me dejen tirada en una esquina. Ya no hay vida para mí. Y al llegar descubro a personas a las que les sucede lo mismo que a mí. Ya no me siento sola. Me calman y, aunque pienso que no voy a poder mantenerme mucho tiempo sin beber y tengo miedo de intentarlo y fracasar de nuevo, lo intento.

A día de hoy puedo decir que merece la pena, que la vida me gusta, estoy rodeada de amigos, soy feliz a mi manera. Me siento una persona muy afortunada: tuve la oportunidad de vivir dos vidas en una.

Hoy quiero vivir, encontré mi lugar.

 

Movimiento Internacional 24 Horas de Alcohólicos Anónimos