No estás sola (II)

El aspecto tal vez más curioso e insidioso de la enfermedad del alcoholismo es su capacidad para ocultarse del que la padece. Los alcohólicos son expertos en no ver su propia enfermedad. A menudo son los últimos en admitir que tienen un problema con la bebida.

Si para el alcohólico la enfermedad es tan difícil de reconocer, ¿cómo puedes decidir si eres o no alcohólica? ¿Cuáles son los criterios para juzgar el alcoholismo? ¿Beber por la mañana? ¿Beber a solas? ¿La cantidad que bebes? Ninguno de éstos, necesariamente. La prueba no está en cuándo bebes, ni con quién, ni cuánto, ni dónde, ni qué tipo (el alcohol sigue siendo alcohol, sin importar con lo que se mezcle), ni incluso por qué bebes. Se llega a los criterios verdaderos en las respuestas a las siguientes preguntas: ¿Qué te ha hecho la bebida? ¿Cómo afecta a tu familia, tu casa, tu trabajo, tus estudios, tu vida social, tu bienestar físico, tus emociones íntimas?

Dificultades en cualquiera de estas áreas indican la posibilidad del alcoholismo. Al principio no tienen que ser problemas devastadores. […] Si estás “arreglándotelas” —como ama de casa, estudiante, profesional, etc.— y ocultando los efectos de tu beber, pregúntate a ti misma: ¿Cuánta energía me cuesta? ¿Qué cantidad de fuerza de voluntad supone esta disimulación? ¿Valen la pena los resultados? ¿Me queda algún placer real?

El alcoholismo es una enfermedad progresiva. Por tarde o temprano que comience, beber se vuelve cada vez más inmanejable. En realidad, los mismos esfuerzos para controlarlo pueden convertirse en una preocupación obsesiva. Beber sólo vino y cerveza. Hacerte promesas de beber sólo los fines de semana. Espaciar las copas. Estos son algunos de los métodos que los bebedores han inventado tratando de controlar su consumo de alcohol. Tales intentos desesperados son síntomas del alcoholismo tan “clásicos” como una resaca dolorosa o una espantosa laguna mental. […]

En cualquier punto de la progresión descendiente de la enfermedad llamada alcoholismo, puedes parar y mantenerte alejada de la bebida, sencillamente buscando ayuda, y disponiéndote a hacer frente a tu problema. Ya tengas 15 ó 50 años de edad, seas rica o pobre, licenciada o sin título alguno; ya te ganes tu propia vida o te encuentres amparada en un hogar; ya seas paciente en una institución de tratamiento, reclusa en una prisión o una persona de la calle, la ayuda está disponible; pero tú tienes que llegar a la decisión de pedirla.

En Alcohólicos Anónimos no hay que firmar formularios o solicitudes o pagar la entrada. No se te pedirá que te suscribas a un “curso de tratamiento” formal. Simplemente conocerás a hombres y mujeres que han encontrado un medio para librarse de su dependencia del alcohol y han empezado a reparar el daño que la bebida les ha causado en su vida. Tú también puedes gozar de tamaña libertad y recuperación. […] Después de asistir a su primera reunión, algunas mujeres han hablado de “una sensación de intimidad por estar con otra gente que tenía el mismo problema que tenía yo…” “Compasión y comprensión…” “Un ambiente de amor incondicional…” “Me di cuenta de que no estaba sola.”

 

Alcohólicos Anónimos, A.A. para la mujer