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En la práctica siempre he encontrado bastante difícil dejar que la voluntad superior e íntegra de Dios, tal y como yo lo concibo, prevalezca en mi vida y gobierne mi voluntad. Sin embargo, cuando hago esfuerzos humildes, aceptando serenamente su voluntad respecto a mí, en todos los momentos de mi vida, me siento totalmente liberado de la carga que llevaba sobre mis hombros. La mente ya no vaga sin rumbo, y el corazón se encuentra repleto de felicidad cada vez que respiro.

La cosa más maravillosa que he descubierto es que la oración trabaja. Estoy empezando a pensar en Dios como el más amante Creador, que está interesado de un modo especial en mí; de otra forma, no me hubiera guiado hacia Alcohólicos Anónimos ni me hubiera dado tantas oportunidades de levantarme de las recaídas. Es pacífico y misericordioso.

Aunque tanto un inventario moral como un inventario diario revelan miles de grietas en nuestros caracteres, aun así, nosotros como seres humanos, no podemos desenredar todas las desviaciones de nuestra personalidad. Y así por la noche, cuando le doy gracias a Dios por el día de sobriedad, añado una oración: Le pido que me perdone mis fallos durante el día, que me ayude a mejorarme y me conceda la sabiduría para descubrir en mí aquellas faltas que aún no he podido identificar.

¡En resumen, la necesidad de la oración es infinita!

Alcohólicos Anónimos, Llegamos a creer… (Cap. 3: “Oración”)