Yo era uno de aquellos malos presos a quien nadie puede alcanzar. La primera vez que recuerdo ver u oír hablar de Alcohólicos Anónimos, se iba a efectuar una gran reunión en el auditorio de la prisión. (Todavía puedo ver destacadas en mi memoria, de gran tamaño y en rojo, las siglas “A.A.”) En esos días no tenía ninguna confianza en nadie que asistiera a los servicios religiosos, y creía que A.A. era para los débiles. Ni hice el menor esfuerzo para entenderlo. No sabía que yo era alcohólico y (al igual que la mayoría de los presos de hoy en día) no podía ver la relación entre el alcohol y mis problemas del pasado.

Me llevaron a la primera reunión de A.A. fuera de la prisión cuatro años más tarde. Durante un plazo de cinco años estuve entrando y saliendo de A.A. Un día tiré todos mis libros de A.A. y decidí no volver nunca. Estaba vivo, pero muerto.

Ya había ingresado en varios hospitales para alcoholismo. Entonces cometí mi último delito. Dos semanas más tarde me arrestaron. Desperté en la cárcel, enfermo, sufriendo por la carencia de alcohol y estimulantes, convicto ya cuatro veces y acusado de un quinto delito grave. Esto marcó el fin del mundo para mí.

Tenía 44 años; mi vida era un desperdicio. Me hundí en una desesperación total. Toqué fondo. No obstante, todavía no quería asistir a A.A. en prisión. Casi volví a ser el incorregible que había sido: me metí en líos, planeé una fuga.

Y entonces ocurrió el milagro. Un domingo, mientras estaba haciendo inventario del contenido de la cámara frigorífica, un letrero de madera colgado en la puerta de dentro me paró en seco. Allí inscrita estaba la Oración de la Serenidad. Las palabras saltaron a mis ojos. De repente, me acordé de una de mis primeras reuniones, cuando oí decir, “Si eres alcohólico y sigues bebiendo, el fin será la muerte o la locura”. Nadie había mencionado el infierno antes de la muerte.

Esa Oración de la Serenidad; A.A. iba a ser para mí un salvavidas, el último catalizador. (En este momento estoy mirando en mi dormitorio una copia que me regalaron hace algunos años en el grupo de A.A. de esa misma prisión.) Después de encontrar la Oración de la Serenidad, creo que, durante las 24 horas siguientes, hice los tres primeros pasos por primera vez. Me entregué plenamente. Empezaba a conciliar el sueño, a descansar y a aceptar mi condición. Días después, comencé a asistir a A.A. en prisión.

Alcohólicos Anónimos, A. A. en prisiones: de preso a preso.